La deuda griega es impagable: Entrevista a Bernard Cassen

El periodista de Le Monde diplomatique, autor de En finir avec l’eurolibéralisme (“Terminar con el euroliberalismo”, 2008), y de numerosos libros sobre política y economía europea, se expresa sobre el oscuro porvenir de Grecia y de la zona Euro.

Bernard Cassen fue director general de Le Monde diplomatique desde 1996 hasta 2008, años en que este colectivo periodístico se destacó por tener una participación decisiva en el surgimiento de nuevos movimientos sociales. En 1998 fue uno de los fundadores de la Asociación por la Tasación de las Transacciones Financieras y por la Ayuda al Ciudadano (ATTAC) que, recuperando una idea del economista James Tobin, proponía un impuesto sobre las transacciones de cambio y así recaudar dinero para combatir situaciones de pobreza. En el año 2000, Cassen abrió las puertas de su pequeña oficina de Paris para diseñar junto a otras organizaciones sociales el Foro Social Mundial (FSM), que debido a su insistencia fue llevado a cabo por primera vez en Porto Alegre. Cassen es todavía hoy presidente honorario de ATTAC, pero la asociación ha ampliado su campo de acción para concientizar sobre el poder que la esfera financiera ejerce sobre todo los aspectos de la vida política, económica, social y cultural.

Lucas Palero: -Desde el 2008 los gobiernos de Estados Unidos y de Europa, vienen hablando de una reforma en la arquitectura de los sistemas financieros. ¿Qué ha pasado con la implementación de estas reformas?

Bernard Cassen:-No ha habido reformas y las decisiones que se toman en el seno del G-20 no son aplicadas. El sistema bancario, con algunos matices, funciona como antes. En un momento dado se pensó que, como los estados habían inyectado una gran cantidad de dinero a los bancos, habrían puesto condiciones. Pero no fue así. Prestaron enormes cantidades de dinero, los bancos reembolsaron los fondos y continúan igual. Había una oportunidad para imponer nuevas reglas de juego, pero se perdió. Entonces, no hay reformas. Hay discursos sobre las reformas. Veremos qué pasa el próximo G-20, Sarkozy ha lanzado la idea de un tipo de tasa Tobin, como nosotros en ATTAC habíamos propuesto hace trece años.

LP:-De hecho, insistió en la propuesta durante la última reunión con Angela Merkel.

BC:-Yo no creo que vaya a concretarse, porque no hay apoyo en la Unión Europea. Inglaterra está totalmente en contra (1). Los banqueros franceses y alemanes van a decir que si se grava una tasa sobre las transacciones financieras éstas van a dejar Francia y Alemania y se van a instalar en Singapur.

LP:-Los capitales financieros pasarían de un país a otro…

BC:-Es un problema mayor, pero hay soluciones técnicas: el control de cambio, visas de entrada y salida de los capitales, como se ha hecho y se hace en otros países. En China, por ejemplo, no puedes invertir sin un permiso. La moneda no es convertible de cualquier manera. Hay soluciones técnicas, pero contradicen totalmente todos los dogmas liberales que nos han enseñado diciendo que no hay alternativas. La libertad de circulación de capitales y el libre comercio son los dos pilares fundamentales del neoliberalismo, instalar un control de cambio es considerado un crimen de lesa majestad ¡Un horror! Como si le pidieras al Papa que prepare la mesa para el Diablo.

LP:-¿Cómo se llegó a este momento en que las principales decisiones políticas dependen del estado de la deuda pública?

BC:-Dentro de las distintas facetas de la crisis, hubo un momento en el que los distintos países aplicaron un plan de lanzamiento mediante la inyección de fondos públicos, entonces se aumentó la deuda pública. Japón, por ejemplo, alcanzó un 220% del PBI. Pero ahora, para pedir un préstamo los mercados dicen “el problema es la deuda pública” porque pone en duda la capacidad de reembolso de pagos de servicios de la deuda. Dentro de la zona Euro hay economías totalmente diferentes, como la alemana y la griega o la de Portugal. Siendo que están en la misma zona monetaria se podría pensar que los mercados financieros concederían préstamos a la misma altura para Alemania y para Grecia. Durante diez años fue así, pero los mercados tienen en cuenta a los inversionistas, saben que los diferentes tipos de competitividad son incomparables. El sentido común indicaría que para enfrentar la crisis habría que salir del Euro, devaluar la moneda y eventualmente reingresar a la Eurozona. Pero no se puede hacer, porque la deuda sigue corriendo en euros. Ahora la deuda pública es el tema fundamental y los griegos están tomando préstamos al 15% o al 16%. Se sabe que la deuda es impagable. En un momento dado, puede ser bastante rápido, antes del fin del año, habrá un default de Grecia. El problema es qué pasa con su deuda en una salida del Euro. Habrá que cancelar una parte.

LP:-¿Sería una especie de reestructuración de la deuda como hizo Argentina?

BC:-Sí, se está pensando en eso. Reestructuración también quiere decir cancelación de una parte ¿no? El problema es quién lo va a pagar, si van a ser los bancos o van a ser los ciudadanos. No hay problemas en hacer una reestructuración pero ¿a quién va a beneficiar? Es la peor situación que se conoce desde el nacimiento del Euro y el futuro de la Eurozona está realmente en peligro. Porque no tiene sentido tener una política monetaria única, a cargo del Banco Central Europeo, cuando la situación es que la competitividad, la demografía y toda una serie de factores son muy diferentes de un país a otro. Cuando el Banco Central toma la decisión de una política monetaria se debe al interés de unos estados y casi siempre corresponde a los intereses de Alemania. Entonces, es duro para algunos gobernantes europeos admitir hoy que el Euro es un fracaso, porque se han involucrado tanto diciendo que el Euro era el símbolo de Europa que políticamente es difícil dar marcha atrás. Pero van a estar obligados, como también a renunciar al libre comercio y a la libre circulación de capitales. Para nosotros, es una victoria.

Lucas Palero es periodista. Vive en Mendoza, Argentina.

(1) El 28 de septiembre, 2011 José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, defendió la implementación en el marco europeo de una Tasa a las Transacciones Financieras. Su discurso provocó una manifiesta oposición del Reino Unido y de la Confederación de la Industria Británica.